Cortamos
una segunda vez el transcurso natural de nuestros artículos para
advertiros que Gabino, miembro del equipo del Cultius, tal y como hizo Guiomar la pasada semana, se ha
apuntado a un curso online, masivo, abierto y gratuito que organizan Ártica, Creative Commons Argentina, Creative Commons Uruguay, Fundación Vía Libre y Creative Commons Paraguay.
Este curso, 'Arte y cultura en circulación: políticas públicas y
gestión de lo común' llega a su tercera edición cuestionando y
aprendiendo sobre las políticas
en cuanto a
las libertades culturales, derechos de autor, creaciones masivas, etc. y
con el que,
a través de diversos temas dados por la organización, escribirá las
tareas y reflexiones consecuentes en este blog. Se trata de un curso
completamente abierto que se puede seguir vía Twitter con el hashtag #encirc14.
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Cuscus sahraui |
Estaba pensando en cómo la administración local podía crear
espacios para intercambios culturales libres, principalmente pensaba
a nivel gastronómico, quizás porque estaba degustando un cuscus
saharaui mientras pensaba, y porque el arte de cocinar, a veces, se
olvida o se menosprecia, como si habláramos de un arte inferior. Y
me he percatado de un problema mayor. En mi localidad existen
instalaciones públicas dónde poder realizar, de forma abierta,
intercambios culturales mediante, por ejemplo, la comida. Pero no se
utilizan a no ser que se programen cursos des del municipio, que no
acaban de cumplir con los objetivos. Es decir, no surge de forma
espontánea la necesidad de relacionarnos en nuevos espacios donde
conocer las culturas de nuestros vecinos más allá de conversaciones
de ascensor o en la cola del mercado semanal. Hablo especialmente de
barrios obreros, los cuales, en mi ciudad, se encuentran
desvinculados del centro, no sólo a nivel de clase, sino a nivel
geográfico y urbano, lo cual dificulta, aún más, la integración.
¿Realmente no existe la necesidad de relacionarnos? ¿De
hablarnos mediante la riqueza que da el contacto con culturas
diversas? ¿Esto se debe a la educación que recibimos? ¿En el norte
del Mediterráneo hemos perdido, del todo, la perspectiva de
intercambio cultural? ¿Des de la administración local como se puede
facilitar el intercambio cultural si éste no se ve como una
necesidad? ¿O es que los ayuntamientos se han limitado a crear
espacios para recibir la subvención pertinente de la administración
superior sin crear un discurso cultural? Y este es el problema,
pensar que la cultura se crea a partir de instalaciones y no de una
política que genere inquietud en su entorno. Si tenemos el espacio
pero los vecinos no saben que existe, no sirve para nada. Y la
ignorancia de quién es el vecino es el principal motivo por el que
se generan recelos y disputas.
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Ensalada balcanica |
Por ello, el intercambio cultural libre, puede funcionar como
mediador. Es decir, expresiones racistas, que en realidad surgen del
clasismo, pueden ser atajadas mediante la cultura del conocimiento
del otro. Y una buena manera puede ser la cultura gastronómica, a
casi todo el mundo nos gusta comer y enseñar sus mejores platos, no
es una propuesta rompedora, pero si que puede atraer a una amplia
base social transversal; será en el intercambio cuando
descubriremos, que algunos no somos tan diferentes, que otros sí,
pero que su sabor es espectacular... Y no hablo solo de cocina, sino
que este ejemplo me sirve, en tanto que la cultura gastronómica
popular, carece de copyrights y creative crommons, la alta cocina, ya
es otra cosa, y por lo tanto el acceso libre es aún más claro. Y si
con una cultura básica, que además en mi ciudad es Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad, ya que se encuentra a orillas del
Mediterráneo, tenemos problemas de intercambio, si hablamos de otros
campos, como muchos de mis compañeros y compañeras de curso están
haciendo, pues todavía es más complicado.
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2 de 9 fm de los Xiquets de Tarragona |
De hecho el intercambio libre que propongo no sería muy diferente
al papel que hacen los castellers, otra expresión Patrimonio
Inmaterial por la UNESCO, y que en Tarragona tienen gran acogida.
Estas torres humanas se organizan en collas interclasistas, dónde
todos hacen piña para un objetivo común: coronar y descargar la
construcción humana. Esto, pero, no deja de tener una afición
concreta, mientras que la gastronomía, vendría a ser como más
democrática, es decir, más popular, todos y todas comemos y
mancharnos las manos cocinando unos al lado de otros y degustando los
platos, después, no sólo es un proyecto de cultura libre, sino que
puede mediar en los recelos y discrepancias que tenemos los unos y
los otros.
Gabino Martínez
Me encantó. Me gusta el hecho de pensar en aquellas expresiones culturales de los pueblos que no tienen derechos de propiedad intelectual, como lo es la cocina, pero también las ropas típicas, los juegos, las fiestas, las leyendas, etc. Es interesante pensar cómo las políticas públicas pueden partir de allí para la difusión del patrimonio cultural común.
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